La carretera se va abriendo camino por paisajes cambiantes. Cerca de Fortaleza, llanuras casi verdes, a fuerza de sembrar y regar, salpicadas con palmeras y bananos, y más allá, el sertâo (palabra que viene de desertâo, desierto), una inmensa planicie víctima de una sequía recurrente, que dura años, como la actual.
Tierra árida, con arbustos achaparrados, colinas de baja altura, arroyos secos, dunas infértiles, calor. Cada tanto, más palmeras sobre tierra color arena oscura, coronadas por cielos plomizos, anuncio de tormentas que no se concretarán.
En Jericoacoara, a unos 300 kilómetros de Fortaleza, la capital del estado de Ceará, todos los días se cumple un rito a la hora de la puesta del sol. Canoa Quebrada es otro destino con rica historia: pueblo de pescadores y antiguo enclave hippie, conserva el encanto.
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