Opinión Existe en la agenda de Córdoba una urgencia más perentoria. Consiste en asumir que todas las condiciones de fondo que generaron la combinación fatal huelga policial/saqueos se han mantenido inalterables. Obliga la fecha, insoslayable. Pero es todavía más potente la horrible sensación de que la tragedia no haya servido para nada. Córdoba pretende ocultar las huellas de un desencuentro. Está a la vista que no lo consigue. La marca del 3 y 4 de diciembre de 2013 regresa siempre bajo perturbaciones distintas. Es esa sensación de miedo que caló hasta los ánimos más templados. Y la vergüenza de integrar una comunidad que decidió destruirse regresando a las formas más primarias de coexistencia.
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