¿Qué los seduce del EI? ¿Es ingenuidad, frivolidad suicida? ¿La posibilidad de hacer algo que consideran heroico, la ilusión de un paraíso supuestamente islámico? ¿O los empujan el desencanto y la marginación en el país en el que les tocó vivir?
Son jóvenes occidentales, nacidos y criados en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia u Holanda, hijos o nietos de inmigrantes árabes la mayoría de ellos. Viajan a Siria e Irak para unirse al Estado Islámico (EI), el grupo terrorista que se hizo famoso por la extrema crueldad de sus acciones.
No son sólo varones; también hay mujeres, a pesar de que el EI lo único que les garantiza es su sometimiento.
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