Hay que admitir que Argentina continúa poseída por un dispositivo político jamás antes puesto en vigencia con tanta tenacidad y durante un lapso tan prolongado. Este Gobierno, el más longevo que ha conocido el país desde Juan Manuel de Rosas, no parece resuelto a apaciguarse en su afán de perpetuar su presencia. Antes bien, sus reiterados empujones en una fuga hacia adelante que no reconoce pausas, han surtido el efecto de anestesiar parcialmente las energías internas que, desde la sociedad, pudieran forzar un cambio de rumbo consensuado.
“Lo quiera o no, el gobierno de Cristina Kirchner se parece cada vez más en su lenguaje y en sus reacciones instintivas a la Venezuela bolivariana”.
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